SEMINARIO CONSTRUCCION DEL DESARROLLO DESDE LOS TERRITORIOS
Mayo 30 – Junio 1 de 2014
Mauricio Beltrán Quintero
Corporación Consorcio
El norte del Valle está lleno de montañas que por un tiempo habitó el miedo. En esas laderas cubiertas de selvas y de bosques sus habitantes sufrieron la arremetida de grupos paramilitares y guerrilleros, la construcción de rutas para el narcotráfico. Pero allí persistieron organizaciones sociales, empresas, mujeres y hombres que tenían como único propósito construir una vida mejor. Ahora llena de emoción ver sus rostros iluminados por la tarea cumplida. Por lo menos 10 líderes, empresarios y asesores de esa región se dieron cita en Bogotá.
A su lado, otros tantos provenientes de los Montes de María en donde el gran cerro e’ Maco continúa como en los versos de La Hamaca Grande, impávido, a pesar de haber sido testigo del éxodo más cruel de su historia.
Del Cauca también llegaron hombres y mujeres de tierras donde los precipicios detuvieron ejércitos y escondieron esclavos liberados y mitos maravillosos.
De los caminos de Antioquia asistieron líderes de un proceso que reordenó el territorio de Barbosa por aldeas y otros que miran desde El Picacho a la ciudad de Medellín, trabajando con niños, jóvenes, mujeres y hombres para que la sociedad levante la cabeza y descubra en esos cerros una deuda histórica por saldar.
Fueron dos días de conversas y risas, de nuevas preguntas y sueños que ya son realidad. Los participantes más diversos: líderes paneleros, cafeteros, mineros y pescadores; ejecutivos de las empresas Smurfit Kappa y Epsa, representantes de organizaciones sociales para el desarrollo; cultivadores de fique y nuevos industriales especializados en la transformación del plátano.
La lista de invitados la encabezó el director de la Misión Rural: José Antonio Ocampo. Dos veces ministro, a los 23 años ya era doctor en economía de la universidad de Yale, escribió la Historia Económica más importante con que cuenta Colombia.
También hizo parte de esta tertulia intensa e inmensa, un industrial con tres nietos y dos hijos, que heredó de su abuelo, Ramón H Londoño, un emporio iniciado con ventas de aceite de mano de oso para las aporreaduras. Juan Guillermo Londoño, ahora preside CELSIA – EPSA una de las mayores empresas de Colombia. La mirada empresarial estuvo también presente a través del doctor en economía Gilberto Gómez, integrante de juntas directivas de gran importancia para el pais, quien, con la autoridad de haber sido alumno del premio Nobel Amartya Sen afirmó que “la inequidad es un obstáculo para el crecimiento económico”
Construir desarrollo desde las regiones es tema propicio para todas las voces y es fundamental para quienes tienen responsabilidad desde el gobierno, por ello también acudió el director del Plan Fronteras con el cual la cancillería está poniendo más que mojones, participación, alegría y alivio en la piel que cubre a Colombia.
Beatriz Mejía, directora de la Fundación Smurfit, llegó como testimonio de una empresa que ha sembrado esperanzas y cosechado alegrías en por lo menos 20 municipios de Colombia. La sub directora de la Confederación Agrosolidaria, Sonia Pérez, que anda en el año de la agricultura familiar y lleva ya varios lustros, llenando de semillas el campo colombiano. Diego Garcia, experto en diseñar nuevos horizontes de la mano de campesinos y productores agropecuarios en Casanare
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Para contarnos la experiencia a favor de un desarrollo integral acudieron igualmente a la cita Adriana González, de la Fundación Social. Francisco Benjumea, el ex alcalde de Barbosa (Antioquia), que en su pueblo hizo posible un acuerdo para que los planes de desarrollo se hagan con la gente y sus organizaciones y no con los contratistas y sus negocios. La directora de RedEAmérica, Margareth Florez, con cuya voz se llenan de seguridad en los propósitos y en los logros, decenas de fundaciones empresariales de todo el continente.
Los anfitriones: Un caleño que ha pensado un nuevo país, pero sobre todo lo ha intentado toda su vida; un norte santandereano que dejó atrás a Pamplona, pueblo de neblina, para aguantar frio más cerquita al corazón de Colombia y una mujer de Boyacá con firmeza y apellido de árbol: Rodrigo Quintero, Alfonso García y Gloria Robles pusieron el primer impulso, lo demás se construyó en la polifonía de los acentos y de los saberes.
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La razón que animó la cita fue el cierre del Fondo Nacional Colombiano. Un programa que unió fundaciones y comunidades con el propósito de pensar-haciendo un nuevo desarrollo. Se apuesta fue construir un modelo de intervención en el desarrollo de base, articulado a los temas de educación y generación de ingresos, con beneficio del saber individual y el valor agregado del colectivo para generar un mayor impacto y aporte al conocimiento de los demás nodos de RedEAmérica.
El Fondo Nacional llegó a esas regiones por la época en que la crueldad de la violencia, la exclusión y la desigualdad parecían haber condenado a la pobreza a miles y miles de personas asentadas sobre tierras fértiles, barrios segregados y campos propicios. Pasados ocho años de labores, reflexiona con la experiencia del camino andado junto a sus amigos de las fundaciones empresariales Epsa, Restrepo Barco, Smurfit, Social, Corona, Oleoductos de Colombia, Empresarios por la Educación, Holcim (integrantes del Nodo Colombiano de RedEAmérica) y la Fundación Interamericana IAF.
La tarea apenas comienza: superar la pobreza sigue siendo una necesidad y una obligación política y ética, pero el panorama asusta. José Antonio Ocampo lo dibuja de cuerpo entero: “Unas tres cuartas partes de la humanidad viven en países donde la desigualdad es creciente. Estados unidos ahora está en niveles de desigualdad peores de lo que estaba hace un siglo. América Latina es casi la excepción a esta tendencia mundial, claro que esa excepción hay que mirarla con matices porque lo que pasó aquí es que tenemos los niveles de desigualdad más altos del mundo, conjuntamente con algunos países del África subsahariana y Sudáfrica. Lo que pasa, en algunos países, es que hemos vuelto a los niveles de desigualdad de los años 80 que ya eran malos. Colombia ya es parte de esa tendencia, de manera que en los últimos 3 o 4 años ha habido una caída más o menos sistemática del coeficiente de desigualdad”.
[su_youtube url=»http://youtu.be/hl9m7WJaHpw?list=UU1yrCvJsPboKpkg50E0kMTg» width=»360″ height=»260″]Se trata de algo así como dar un paso atrás para poder saltar hacia el futuro. Pues el tema de fondo tiene que ver con que “El 10% más rico concentra en Colombia el 37% del ingreso”. La pobreza y la desigualdad se entrelazan como esos nudos que ocultan la punta por la cual se puede desatar.
El concepto de pobreza ha venido evolucionando. En un principio se asociaba con la carencia de ingresos y servicios sociales. Poco a poco el tema se ha vuelto más complejo, se ha vinculado más a la calidad de vida de las personas que a los indicadores económicos. Se busca superar la pobreza que está representada en la carencia de capacidades y, en últimas, en la falta de libertad.
Rodrigo Quintero lo planteó de este modo: “solo en la medida en que vamos comprendiendo de una manera más completa y más compleja la pobreza podemos afrontar su solución”. Y esa solución, construida en el marco del programa, se enclava en el territorio y, por ende, tiene distintos caminos. Ascendieron por una ladera empinada en municipios como el Tambo en donde el narcotráfico quiso desplazar toda esperanza. Cuenta Miller Orozco que los paneleros unidos en el Comité Municipal de El Tambo (Cauca) hoy generan cientos de jornales, pero además promovieron y conformaron una red de líderes que han logrado ponerse al frente del gremio en el departamento. Una de las lecciones más relevantes es que aprendieron a hacer de su negocio su proyecto de vida incluyendo los cultivos tradicionales y la responsabilidad ambiental con el entorno.
Experiencias como ésta se multiplican cuando se constituye un solo equipo con empresas, fundaciones y comunidades. Así, dulcemente, de la mano de la Fundación Smurfit, sucede también en Bolívar, Valle. Julián Toro, el más joven de los líderes de Asoprocaña, nos compartió cómo le ganaron al narcotráfico que se había tomado el Cañón de Garrapatas y cómo su corregimiento El Naranjal es ahora un laboratorio de nuevas especies de caña de azúcar y de nuevos trapiches familiares y comunitarios que pasó de producir una tonelada a dieciocho por mes.
Todo ha sucedido en un tiempo relativamente corto. Así lo hace ver Arnobia Villegas, quien representa un Consejo Comunitario en Morales, Cauca. Ella recuerda que en su infancia vio salir las angustiadas mingas de vecinos que cargaban en improvisadas camillas a sus enfermos y luego regresar con el cuerpo sin vida, pues muchas veces no lograban su propósito. “Tardábamos hasta dos o tres días, días interminables, por trochas y caminos.” Ahora la carretera maltrecha y peligrosa abre una puerta hacia esos derechos que sus abuelos y muchas generaciones atrás no lograron conocer.
A la par que se hizo realidad el sueño de contar con vías, llegaron tambien los nuevos vientos de un desarrollo hecho desde la base. Ella y sus gentes cuentan con una planta para el procesamiento del plátano, auspiciada por la Fundación Epsa y la alcaldía de Morales. El gran esfuerzo para sacar su producto, ahora se ve recompensado por el valor que le agrega la transformación y por la calidad de los cultivos que lograron tecnificarse así como la posibilidad de poder transportarlo para su comercialización.
Los cafeteros del Cauca también producen nuevas cosechas que vienen acompañadas de tecnologías apropiadas para el secado y el beneficio mientras los cultivadores de peces de la hermosa represa de Salvajina aprendieron a escoger el sexo de sus crías y a cuidar el lago con el amor con que un padre cuida la cuna de sus hijos.
Los antioqueños que trajeron su panela orgánica y su experiencia organizativa, construida de la mano de la Fundación Social compartieron cómo rehicieron simbólicamente el territorio y mediante la conformación de ALDEAS, juntaron veredas que antes se ignoraban y lograron promover modelos de participación que han llevado buena parte del presupuesto municipal a la asambleas de pobladores.
Cada cual desde su trabajo pero todos unidos por el territorio. Así también los habitantes de Betania, de La Tulia, de Naranjal ahora se encuentran tanto en sus sueños como en sus pesadillas y sus logros. Así lo declara la bolivarense Sandra Madrid: “Nosotros tal vez no veamos la transformación de nuestro país, pero estamos empezando a transformarlo porque cuando construimos agendas en los ejercicios de desarrollo integral territorial y de desarrollo vemos que apuntan hacia ese mismo sueño del país posible”.
Los aprendizajes del Programa Fondo Nacional Colombiano fueron emergiendo como miradas llenas de esperanza pero también atentas al largo camino que resta. Conscientes de haber llegado a una cima, ahora desde allí pueden mirar hacia atrás donde se revela su experiencia y desde allí ver hacia el frente donde se divisa un horizonte infinito y nuevas cimas se levantan para ser conquistadas.
La necesidad de políticas públicas es un punto de llegada que todos comparten. Una mirada común desde muy alto, como esas aves que pueden otear pero que saben que la clave está en no errar el próximo camino.[/su_spoiler]
[su_spoiler title=»APRENDIENDO A SUMAR» style=»fancy» icon=»caret-square»]
La economista y madre de dos hijas emprendedoras, Olga Lucia Acosta, fue la primera en referirse al trabajo en equipo. Luego de un examen juicioso sobre la situación de pobreza e inequidad, sus palabras fluyeron hacia la necesidad de políticas universales. Un llamado hacia la sociedad de derechos con la que venimos soñando desde los tiempos de don Antonio Nariño.
Con frases precisas ilustradas por gráficos de comprensión transparente, afirmó que debe persistir la idea de la integralidad y que los caminos tienen una doble vía en donde la política pública debe ser el resultado de la mirada de la sociedad civil de consuno con un Estado administrado de manera responsable. “Un país que trabaje por los viejos desde la sala cuna, un país con urgencia de políticas de juventud y de mayor sincronía entre los ciudadanos y el Estado”.
Una sociedad equitativa construida de abajo hacia arriba, con la participación de empresas, fundaciones, comunidad y gobierno local, es uno de los sentidos más profundos del encuentro. Un postulado que le apuesta a la superación de la pobreza y la construcción de un nuevo desarrollo desde los territorios. Los esfuerzos que se destinen a las bases deben verse compensados y acompañados por políticas centrales. Sandra Madrid lo planteó desde la perspectiva de una democracia representativa capaz de generar políticas con cierta continuidad y de largo plazo:
“En esos ejercicios debe quedar también la transformación del gobierno, de la forma como se gobierna este país. De la forma en que se está administrando el recurso de este país, y eso lo definimos nosotros, porque nosotros somos los que elegimos a nuestros representantes, pero como no sabemos lo que queremos, entonces elegimos a cualquiera. Cuando tengamos nuestros planes de desarrollo vamos a saber a quién es que tenemos que elegir”.
Aprender para poder sumar es una lección de humildad que dejó claro el presidente de CELSIA – EPSA, Juan Guillermo Londoño Posada:
“Tuvimos que entrar en un periodo de aprendizaje, fue así como en el Centro de Interculturalidad de la Universidad Javeriana, estuvimos dos años aprendiendo cuáles eran las regiones, cómo se conformaban, cómo actuaban, cómo decidían. Encontramos un territorio que para Colombia no es un territorio corriente, Colombia después de la constitución del 91 tiene casi 9 millones de hectáreas en títulos colectivos. Entonces aprender qué es un consejo comunitario, cómo actúa, cómo se respeta, cómo se toman las decisiones de forma colectiva, fue para nosotros un periodo absolutamente valioso”.
Aprendimos, agregó don Rosemberg Choachi, cultivador de La Tulia, en Bolivar (Valle): “Gracias a los trabajos de Cartografía Social y a los encuentros entre líderes de los diversos proyectos, aprendimos a reconocer nuestros errores y a planificar el territorio.” Con esta herramienta lo que sigue es el diálogo con la administración municipal, departamental y nacional. Conociendo lo que somos y lo que queremos se hace más claro lo que pedimos y más acertado el resultado”.
Sonia Pérez expuso cómo Agrosolidaria reúne 32 mil familias en temas como producción limpia, agricultura familiar, protección de semillas y cuidado de la vida sumando a la transformación social. Diego García puso los pies en la tierra de la Altillanura donde los retos por una producción sostenible pasan por escuchar a sus comunidades y por aprender de sus procesos sociales y culturales.[/su_spoiler]
[su_spoiler title=»MANOS A LA OBRA» style=»fancy» icon=»caret-square»]
Las fundaciones tomaron la palabra para referirse a sus particulares modos de hacer. La Fundación Restrepo Barco presentó a través de sus líderes de los Montes de Maria sus ideas, preguntas y aportes que solo el Caribe puede hacer con tanta energía y alegría contagiosas.
Beatriz Mejía resumió aportes ambientales, económicos, sociales y culturales dándole sentido integral al trabajo de la Fundación Smurfit con la comprensión de los territorios que no son lugares de paso sino el hogar de empresas y proyectos industriales. Territorios compartidos con habitantes históricos con quienes la construcción de confianza representa el primer paso hacia el éxito.
Por su parte, Margareth Florez habló de los nuevos tiempos que corren para los conceptos de responsabilidad social de las empresas, cuyo papel no es solucionar los problemas que el Estado debe encarar sino coadyuvar en el propósito. Hacer parte de la solución y contribuir en ella desde el diagnóstico hasta la meta misma es lo que evidencian las iniciativas reunidas en este evento.
“Hemos aprendido” era una declaración permanente y de eso se trata el cierre del Programa Fondo Nacional Colombiano, que contó con el apoyo financiero de la Fundación Interamericana (IAF). Por ello, se ha sistematizado todo el proceso sacando lo mejor de cada experiencia y lo útil de cada teoría. Un trabajo que ocupó a consultores y expertos para recoger como un imán todo lo que puede atraer un desarrollo basado en la justicia social y la equidad. Alfonso Garcia y Gloria Robles se encargaron de compartir los resultados de dichas sistematizaciones.
Entre estudios y anécdotas, la combinación de la voz de la experiencia con la reflexión de los expertos, se alternó el conocimiento de empresarios, asesores y fundaciones. Tras estos años puede decirse como lo afirmó Rodrigo Quintero, que “contamos con una metodología útil, no milagrosa”. Es aplicable no repetible, clara pero no definitiva. Una metodología que parte de un aprestamiento en el cual los actores privados, públicos y comunitarios ponen a punto sus agendas y sus herramientas.
Lo que sigue es como lo señala don Rosemberg Choachi: Conocer el territorio. Hacer diagnósticos juiciosos con herramientas que ayuden a la convergencia de actores y de sectores. Ese diagnóstico realizado de manera plural será el insumo para los planes estratégicos de desarrollo.
Ahora viene la gestión y la negociación en todos los niveles, contrario a la mentalidad excluyente o aparentemente iluminada que genera dependencia y suele fracasar como lo dice el presidente de CELSIA: “El empresario tiene que entender que ésta es una gestión persistente, que uno tiene que tener un punto de llegada y esa es la tarea, darle continuidad a los proyectos y de enfocarse en unos y poder hacer medición de resultados”.
Todo el conjunto lleva a la proyección que permite dar continuidad a los planes de desarrollo, pasar de los proyectos a los planes y con todos ellos incidir en las políticas públicas. Tomar cuenta del presupuesto del Estado, alertar sobre las falencias o el incumplimiento de las normas.
Más de 70 organizaciones de base fueron los observatorios desde los cuales el Fondo Nacional Colombiano reunió empresas, fundaciones y comunidad para mirar el territorio y vislumbrar lo que en él se puede construir. Julián Toro lo dijo de esta manera: “Estamos pasando del desarrollo de base a proyectos de desarrollo integral territorial”. Las organizaciones de base ahora se comunican entre ellas, se nutren con sus experiencias y sus conocimientos. Diferentes perspectivas para hacer conjuntamente un mismo territorio productivo, alegre y en paz.
Un método más que una formula, como el sextante de los marinos que ayuda a prever el camino pero él mismo solo es un modesto instrumento. Aquí se bautizó como un “Desarrollo desde los territorios” y se transforma hacia “Desarrollo Integral Territorial” como una propuesta que se proyecta a través de tres componentes: Red Social, Escuela de Formación y Procesos de asesoría direccionados.
Gilberto Gómez Arango, un empresario que acompaña decenas de emprendimientos, como buen asesor no se fue sin dejar una tarea imperiosa: “Lo que se ha dicho aquí, lo que hemos escuchado, deberían oírlo todos los empresarios de Colombia”.
Una sensación de eco que crece, de onda que busca expandirse cada vez más lejos, fue el sentimiento al cierre de este encuentro. Un desafío será la construcción de una red en torno al desarrollo integral desde los territorios que permita llevar y compartir las experiencias o nuevas regiones en donde haya condiciones para unir a las empresas, las fundaciones, el estado y las comunidades en el propósito común de superar la pobreza.
Un día todos y todas merecemos despertar con igualdad de oportunidades: con estudio, salud, vivienda y alimento… Tal y como lo expresó Sandra Madrid con las palabras de cierre que hicieron retumbar el auditorio Compensar:
“Cada que tengo la posibilidad de juntarme con toda esta familia de soñadores, siento que no estoy sola y aunque haya noticias desalentadoras pues que uno recarga el alma. Este ejercicio de encuentro y de análisis nos deja unos retos enormes. Primero es claro que desde las comunidades organizadas hemos asumido el compromiso y no lo vamos a soltar bajo ninguna circunstancia, nuestra bandera es el desarrollo, nuestra bandera es el territorio, nuestra bandera es un país posible para todos”.[/su_spoiler]