LO “SOCIAL” O LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE

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Rodrigo Quintero Marín

Si no tiene mucho tiempo, le cuento en corto: propongo que enfoquemos nuestra silla llena de “lo social” a posicionar su esencia. No contribuyamos a la dispersión que evapora su entidad y conduce a su banalización. Dejemos el tratamiento de cada uno de sus innumerables temas específicos para otras sillas. Acá hagamos un esfuerzo por afinar el concepto y contribuir a la profesionalización de los esfuerzos de mejoramiento de la sociedad.

Los tres artículos ya publicados son un excelente ejemplo de ello. El de Angela muestra la urgencia de coordinar esfuerzos para lograr verdaderos impactos colectivos. Es una exigencia de la complejidad de lo social. El de Ricardo señala la necesidad de fortalecer el capital social como “materia prima” de la sociedad. Una sociedad democrática sólo podrá serlo si cuenta con un tejido social fuerte. Y el de Natalia señala que estas tareas requieren tener la conciencia, conocer metodologías y aplicar sistemas de medición (verificación, me gusta más) para saber que avanzamos en la dirección correcta. Y que merecemos acceder a recursos para nuestra tarea (los empresarios lo logran en el mercado y los políticos en las elecciones).

Acudo al viejo y hermoso cuento de los ciegos que fueron llevados a conocer al elefante. Sus descripciones de ese raro animal reflejaron la parte que tocaron. “Largo como una manguera” dijo el que le tocó la trompa, “plano y suave como un tapete” exclamó el de la oreja, “grueso y fuerte como una ceiba” aseguró el que abrazó una pata…

Lo mismo ocurre con lo social: cada uno lo define desde su lugar y su interés. Porque lo social es el medio en el que se desenvuelve toda nuestra existencia, individual y colectiva. Es el líquido amniótico en el cual se gesta la vida humana y se desenvuelve la historia. Por ello pensar la sociedad, hacer un discurso sobre ella o, peor aún, buscar su transformación es una de las tareas más complejas que puede emprender el conocimiento.

Dos observaciones, por ahora:

Primero, como hace un siglo vienen explicándolo los científicos sociales (así, sin comillas): lo social, la sociedad es una construcción colectiva (Berger y Luckman) y es fundamentalmente imaginaria (Castoriadis y el reciente Harari, De animales a dioses). El individuo es moldeado por su entorno, y él moldea en una pequeña parte ese todo.

La segunda, como si lo anterior fuera poco complejo, lo social está en una dinámica permanente. Esa construcción colectiva imaginaria que es la sociedad está en permanente ebullición (“magma” la llama Castoriadis).

Si, lo social es todo. También las buenas obras de la caridad, la responsabilidad de las empresas, la creación de valor compartido de productores y consumidores… pero ante todo es un asunto complejo de cuya transformación nos ocupamos unos cuantos (Agnes Heller) y que requiere articulación (Angela), actores colectivos (Ricardo) y sistemas de seguimiento y ajuste (Natalia). Pero ante todo ética e imaginación.